Leer los periódicos, ayer y hoy




Por Rosa María Torres

Desde niña y hasta que me casé y me fui de la casa, a los 20 años, ví siempre a mi mamá leer, todos los días, El Comercio. De hecho, "leer El Comercio" era hasta hace poco, para muchos quiteños, equivalente a "informarse". Todavía se escucha, en tiendas y kioskos, gente pidiendo El Comercio, queriendo decir "el periódico"...

Durante la semana, mi mamá se instalaba con el periódico en la cama, no bien empezaba a clarear, mientras desayunaba y cuando mi hermano y yo salíamos a la escuela. Sábados y domingos la lectura se trasladaba al corredor que rodeaba el patio central de la casa, adornado con varandas y macetas, y rebosante de sol. La sesión de lectura duraba entre dos y tres horas - calculo - e iba corriéndose de lugar a medida que se corría el sol. Era lectura concentrada, pausada, saboreada, comentada. Tengo presente el crujir de las páginas, que ella doblaba y pasaba con la misma prolijidad con que doblaba sábanas y manteles. Recuerdo esa mezcla de sol, plantas, lectura y tertulia en torno al periódico como momentos felices de mi infancia.

Leía El Comercio "de cabo a rabo" - como decía - exprimiéndole cada letra, cada foto. Primero el cuerpo principal y luego los suplementos, que iban agregándose y abultándose con el paso del tiempo. La primera página remitía siempre a páginas interiores, lo cual provocaba bastante jaleo y ruido. Luego venía la página editorial, las noticias nacionales, la internacionales, la página de muertos y condolencias, los anuncios clasificados, los deportes, las tiras cómicas. Todo corto y en pastilla. Donde más se demoraba y con la que más interactuaba era la página editorial. Mi madre, que quedó huérfana siendo niña y que solo pudo terminar la escuela primaria, era una intelectual, una mujer politizada y apasionada, ávida aprendiz y gran conversadora. La lectura diaria de El Comerciole mantenía intelectualmente activa y le alcanzaba para conversar y debatir sobre muchos temas, y especialmente sobre política, con parientes, vecinos, conocidos y desconocidos, y con nosotros, los hijos, mientras crecíamos.

Más tarde en la vida, mi mamá nos visitó en los diferentes lugares en que viví con mi propia familia - México DF, Managua, Nueva York, Buenos Aires - y en cada uno leyó, dedicadamente, los diarios locales que ofrecía la casa. En Buenos Aires, leer La Nación o Clarín y Página/12, con todos sus suplementos, tomaba fácilmente media mañana y luego los comentarios podían copar el almuerzo o la cena. Murió en 1998, sin haber tenido oportunidad de leer un diario en línea. Dudo que hubiera logrado engancharla. Lo suyo era la lectura placentera, una experiencia que involucraba todos los sentidos, con tiempo y con espacio, al aire libre, con luz natural, con sol, "de cabo a rabo", a dos manos, con tinta y en papel.

En cuanto a mí, desde que apareció Internet he sido pasto de los tiempos, las tendencias y las estadísticas: prácticamente dejé de leer diarios impresos y los fui cambiando por sus versiones digitales en pantalla. Es mucho sin duda lo que he ahorrado en papel y en dinero todos estos años, y mucho también lo que he perdido en ese tránsito. Solamente vuelvo a leer diarios impresos cuando viajo, en aviones, trenes, hoteles. Y, claro, en Buenos Aires, donde sigue siendo un placer empoltronarse en el café de la esquina (siempre hay uno, y uno abierto a cualquier hora), con un cortado y dos medias lunas, sin prisa, sin distractores, disfrutando la escritura, rodeada de otros lectores de periódicos con los que más de una vez termina una comentando alguna noticia. Lo más parecido, sin sol, a la grata experiencia de fines de semana en el corredor de la casa de mi mamá.

En lo cotidiano, sigo y leo en pantalla varios diarios ecuatorianos - El Comerciouno de ellos - y varios internacionales. El libre acceso, la gratuidad y la conexión rápida hacen esto factible, así como leer diarios que seguramente no encontraría ni compraría de no tenerlos en la red. No leo ningún diario completo; se trata más bien de un picoteo tipo "zapping" que pasa por encima de mucho y se detiene en poco, a menudo leyendo solo titulares, en ocasiones haciendo click en el titular y entrando a la nota. Con alguna frecuencia marco o guardo artículos o enlaces que me interesan, todo virtualmente. Y, como todos, entro a hipervículos buscando profundizar o complementar algo, y termino dispersándome y hasta olvidándome cuál era el objetivo original. No hay horarios fijos pues en el mundo digital - a diferencia de en el mundo impreso - la información se actualiza todo el tiempo, durante todo el día.  

Después de tantos años de leer en pantalla, siento cada vez más la necesidad de entrar al sitio web del periódico y desplegarlo completo. La necesidad de meterme en el ethos del periódico, de visualizar la arquitectura de conjunto, la composición de las noticias, su inter-relación, el peso dado a cada una, el diseño gráfico, los créditos. Leer un diario en pedacitos es como hacer cualquier cosa en pedacitos: una experiencia alienante. Cada vez más, asimismo, me resulta intolerable la publicidad por la que hay que pasar - a veces con tediosas esperas - para acceder a la noticia buscada. Ya he abandonado diarios y revistas digitales que me interesan, por su abuso de la publicidad. (Aunque intento describir todo esto con detalle, estoy segura que para alguien que no tiene experiencia de leer diarios en pantalla, debe ser difícil comprender de qué estoy hablando). 

¿Leo? ¿Me informo? Confieso que dudo de la pertinencia de estos verbos para nombrar todas estas operaciones. Acceder a los diarios del mundo a través de Internet pemite entre otros, justamente, percibir con claridad cuán frágil y engañoso puede ser eso que llamamos "información" y "estar informado", cómo se maneja la información a nivel mundial y nacional, cómo nos la seleccionan, repiten, reciclan, retocan y manipulan a todos los niveles. Hay mucha repetición y mucha pérdida de tiempo, por muchas habilidades que uno desarrolle para seleccionar, filtrar y "curar" la información. Hay un conjunto de noticias que aparecen en todos o en la gran mayoría de diarios, elegidas como tales y provistas por agencias internacionales que "ahorran" de este modo esfuerzo a miles de medios y periodistas que se limitan a reproducirlas, con los retoques del caso. A su vez, las noticias producidas localmente pueden diferir tanto entre sí que obligan a leer varios periódicos para poder contrastarlas y tratar de destilar una versión propia. Este es por ejemplo el caso ecuatoriano en la actualidad, donde la polarización política y el enfrentamiento gobierno-medios hace indispensable recurrir a una mezcla de medios privados y públicos/gubernamentales, dados los sesgos y visiones fragmentadas de amboslados.

Mi mamá creía estar al día leyendo El Comercio y era feliz en su interacción crítica con ese informante clave. Yo no me siento bien informada y leo regularmente más de diez periódicos (además, claro, del acceso a otros medios como televisión y radio, y del contacto con personas de carne y hueso). Mejor dicho: estoy "sobreinformada" en asuntos sueltos de poca monta y "subinformada" en lo que realmente me importa y me gustaría entender mejor, tanto a nivel local como global. En la opacidad general con que transcurren y se presentan los hechos, y en la rapidez de su difusión y su lectura, van quedando a medio develar - y ese es el propósito y el modus operandi de quienes "nos informan" - antecedentes, conexiones, explicaciones, contradicciones... 

La montaña de datos, "curiosidades" y frases hechas que nos ponen delante y que consumimos todos los días - cada vez mejor presentados ya no solo en gráficos sino en videos, infografías, materiales interactivos y multimedia, etc. - dificulta ya no solo acceder al conocimiento sino a la propia información. "Esta sociedad de la desinformación y del desconocimiento nos ha vuelto más ignorantes", afirma Innaririty. Así es, y así me siento cada día, pedaleando cuesta arriba contra la alienación, la manipulación y el sinsentido en esta vertiginosa, mentirosa y costosa "Sociedad de la Información" ...   

Rosa María Torres del Castillo - Blog Otra Educación 
(http://otra-educacion.blogspot.com.br/2013/01/leer-los-periodicos-ayer-y-hoy.html)
Quito, 31 de diciembre de 2012 / 1 de enero de 2013

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